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Solidaridad radical

En el Evangelio según san Juan, poco antes de sufrir la Pasión, Jesús proclama a sus discípulos: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”. (Juan 13,34). Y es el amor de los unos por los otros lo que, según Jesús, identificará a sus discípulos.

Toda la doctrina social de la Iglesia se guía por el principio fundamental de que toda vida humana tiene una dignidad innata y un valor incomparable: “todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida”.[1] Como discípulos de Cristo, somos llamados a hacer una donación sacrificada de nosotros mismos por el bien de nuestro prójimo, porque “Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él”.[2]

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Cumplir el mandato de Cristo de amarnos los unos a los otros se manifiesta en nuestra práctica de la solidaridad. La solidaridad es el medio por el que ponemos en práctica nuestro amor por los demás, y hacemos propio el bien de los demás. La solidaridad “no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas... Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común... por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”.[3]

Como reacción a la anulación del caso Roe vs. Wade, algunas zonas del país protegen ahora al niño en el vientre materno, mientras que otras hacen todo lo posible por incrementar el acceso al aborto. En este momento crítico, se nos han confiado nuevas oportunidades y nuevas responsabilidades para crear una civilización de amor auténtico. Nuestra cultura pretende ofrecer a las mujeres la llamada “elección”, pero en última instancia abandona a las madres para que tomen solas decisiones trágicas y dolorosas. Debemos marcar el rumbo y mostrar la alternativa: “Rechazo firmemente la fórmula pro choice (‘por la elección’); es necesario decidirse con valentía por la fórmula pro woman (‘por la mujer’), es decir por una elección que está verdaderamente a favor de la mujer. … La única actitud honesta, en este caso, es la de la radical solidaridad con la mujer. No es lícito dejarla sola”.[4]

 

La experiencia demuestra que cuando se apoya a una madre, “es incluso capaz de heroísmo”.[5] La solidaridad radical nos obliga a estar al lado de las madres vulnerables con profunda amistad, compasión y apoyo, tanto para ellas como para sus hijos no nacidos. Nos exige hacer frente a los desafíos fundamentales que llevan a una futura madre a creer que no puede acoger al hijo que Dios le ha confiado. Debemos hacer todo lo posible para proporcionar a las madres, los niños y las familias el apoyo que necesitan para avanzar. Esto no puede lograrse solo con leyes o políticas, sino que requiere la transformación continua de nuestro propio corazón, y reconocer en cada persona el rostro de Cristo, anteponiendo sus necesidades a las nuestras.

 

La solidaridad radical “es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad”.[6] Una cultura de solidaridad radical “se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”.[7] Todos tenemos nuestros dones particulares, nuestro papel y nuestra obligación dentro del Cuerpo de Cristo para ayudar a crear una cultura de la vida. Debemos preguntarnos: “¿Qué acciones radicales, fuera de lo común, he realizado para ayudar a una madre embarazada o a una madre de familia en dificultades, o para contribuir proactivamente a una cultura de la vida de alguna otra manera?”.

 

Inspirados en el propio ejemplo de amor de Cristo, que podamos afirmar que “deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran”.[8] Que podamos trabajar juntos para hacer emerger una cultura de la vida a través de un amor radical, sacrificado y semejante al de Cristo.

[1] Papa Francisco, Evangelii gaudium (La Alegría del Evangelio), no. 274.

[2] Papa Benedicto XVI, Caritas in veritate (La caridad en la en verdad), no. 7.

[3] Papa Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis (Sobre la preocupación social), no. 38.

[4] Papa Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, p. 223-4.

[5] Papa Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, p. 225.

[6] Papa Francisco, Evangelii gaudium (La Alegría del Evangelio), no. 188.

[7] Papa Francisco, Evangelii gaudium (La Alegría del Evangelio), no. 24.

[8] Papa Francisco, Evangelii gaudium (La Alegría del Evangelio), no. 269.

Los textos bíblicos de esta obra están tomados de La Biblia. Libro del Pueblo de Dios, © 2009 Editorial Verbo Divino y se usan con el permiso del dueño de los derechos. Se reservan todos los derechos. Se utiliza con permiso. Fragmentos de Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio), © 2013; Caritas in veritate (Cáritas en verdad), © 2009 y Sollicitudo rei socialis (Sobre la preocupación social), © 1987. © 2012, Libreria Editrice Vaticana. Se utiliza con permiso. Se reservan todos los derechos. Papa Juan Pablo II y Vittorio Messori. 2005. Cruzando el umbral de la esperanza. Versión electrónica en Scrib.com.

 

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