


Tal vez no haya una celebración más hermosa que la de los padres cuando llevan a su hijo recién nacido a las aguas del bautismo. Padres, padrinos, familiares y amigos participan de este sacramento con una alegría incomparable. En el bautismo participamos de la muerte y resurrección de Cristo y, por los signos externos del agua y el óleo, somos hechos hijos de Dios y recibimos la esperanza de la vida eterna con Él.
“Jesucristo, muerto y resucitado, es el centro de nuestra fe y la garantía de nuestra esperanza”.[1] Por nuestro Señor Jesucristo, nuestros pecados son perdonados, la muerte es vencida y la vida es victoriosa. “Anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana”.[2] Gracias a esta esperanza cristiana, podemos enfrentar las pruebas desconocidas de la vida con fe en lugar de temor.
Estamos llamados a ser signos de esperanza para todas las personas, especialmente para aquellas cuya bondad, valor y dignidad se ven socavados. Como miembros del Cuerpo de Cristo, llevamos esta esperanza con nosotros mientras continuamos la misión de Jesús en la tierra. El papa León XIV nos anima: “Qué importante es que cada bautizado se sienta llamado por Dios a ser signo de esperanza en el mundo de hoy”.[3]
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"Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado". Romanos 5,5
Lamentablemente, hoy en día existe una devastadora ausencia de esperanza. Vemos esto más profundamente en un desprecio generalizado por la vida humana en sus formas y etapas más vulnerables. El aborto y el suicidio asistido son producto de la desesperanza y la desesperación. Sin embargo, incluso en medio de los crecientes ataques contra la vida humana, sabemos que las “las tempestades nunca podrán prevalecer, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte”.[4]
Se nos ha confiado un mensaje de esperanza para la mujer que tiene un embarazo inesperado o para el hombre a quien se le diagnostica una enfermedad terminal. En estos momentos difíciles, debemos llevar la presencia de Dios, dando testimonio de Su amor e inspirando una renovación de la esperanza en aquellas personas que tienen el corazón agobiado. Porque "la esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz".[5]
Al haber sido “en el Bautismo, en efecto, sepultados con Cristo, recibimos en el resucitado el don de una vida nueva, que derriba el muro de la muerte”.[6] Confiados en la presencia de Dios dentro de nosotros, compartamos el Evangelio de la Vida con los más necesitados de esperanza, sabiendo que “la gracia de Dios precede y acompaña al pueblo que camina entusiasta en la fe, diligente en la caridad y perseverante en la esperanza”.[7]
[1] Papa Francisco, Spes nos confundit. 20
[2] Ibid. 1.
[3] Papa León XIV, Vatican News, 26 de mayo de 2025: https://www.aciprensa.com/noticias/113725/vaticano-papa-leon-xiv-recuerda-que-la-fe-en-cristo-no-es-solo-de-domingos.
[4] Papa Francisco, Spes nos confundit. 25
[5] Ibid. 3.
[6] Ibid. 20.
[7] Ibid. 6.
Los textos bíblicos de esta obra están tomados de La Biblia. El Libro del Pueblo de Dios, © 1990 y se usan con el permiso del dueño de los derechos. Se reservan todos los derechos. Fragmentos de Spes non confundit (La esperanza no defrauda) Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025, © 2025, Libreria Editrice Vaticana. Se utiliza con permiso. Se reservan todos los derechos. Copyright © 2025, United States Conference of Catholic Bishops, Washington, D.C. Se reservan todos los derechos.