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LOS NIÑOS COMO MERCANCÍAS

“Buenas tardes damas y caballeros. Les habla su piloto… Tengo dos cosas que comentarles, una buena y una mala. La mala es que estamos perdidos. La buena es que estamos a buen tiempo”.  

— Autor desconocido

En 1971, el renombrado físico y medico ético, Dr. Leon Kass, usó esta parábola para ilustrar la ola venidera de tecnologías reproductivas asistidas, alentadas por la ciencia como un triunfo final sobre la infertilidad; los científicos estaban a punto de crear niños fuera del vientre y en el laboratorio. Dr. Kass temía que no habíamos pensado adecuadamente en cómo esto puede afectar a las parejas que buscan estos métodos y a los niños que nacen de ellos. Cuarenta años después, estamos empezando a comprender las consecuencias de dichas tecnologías.

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Piensa en Natalie,* una mujer de treinta años que vive en el área metropolitana de Washington, D.C. En su niñez y adolescencia sufrió de depresión y soportó graves dificultades de ajuste, sintiendo que nunca perteneció realmente a su familia. Cuando tenía diecisiete años descubrió que había sido concebida mediante un proceso llamado alquiler de vientre comercial. Los padres de Natalie habían acordado que otra mujer se embarazara usando el esperma de su padre y el ovario de la mujer, que llevara a Natalie en el vientre por nueve meses y que luego se la entregara a ellos. Después de preguntar por qué sus padres le habían mentido, Natalie se alejó de ellos, herida de que el dinero en vez de la expresión de amor matrimonial fuera el contexto en el que llegó al mundo.

Ahora piensa en Amy, que tenía ocho años cuando sus padres le dijeron que se divorciarían. Su padre intentó obtener la custodia de su hija mayor, pero no de ella. ¿La razón? Amy fue concebida por una donación de esperma anónima y su padre no estaba interesado en mantener una relación con una niña que no era su hija biológica. Dicha situación pone de relieve las diversas complejidades de la concepción por donantes, mediante la cual un niño es separado intencionalmente de sus padres biológicos sin pensar en las consecuencias a largo plazo de dicha decisión.

Estos relatos verdaderos representan las tristes realidades que a menudo enfrentan quienes eligen tecnologías reproductivas asistidas y los niños concebidos mediante las mismas. Lamentablemente, cuando las parejas enfrentan el desafío de la infertilidad, pueden no saber a dónde acudir. 

Cuando las parejas no pueden tener hijos, a menudo sienten una inmensa pérdida. Es esencial observer que “la Iglesia tiene compasión por las parejas que sufren de infertilidad y desea ser de gran ayuda para ellas. Al mismo tiempo, algunas ‘tecnologías reproductivas’ no son maneras moralmente legítimas de solucionar estos problemas”.[1] Sin duda, quienes se sienten tentados de aprovechar dichas tecnologías casi siempre planean aceptar y atesorar al niño que es concebido de esta manera. Sin embargo, el niño nace mediante un proceso tecnológico y no mediante un acto de amor matrimonial. El resultado inevitable es que el niño es tratado inicialmente como un objeto creado para la realización de los padres en vez de ser un regalo de Dios.

Desde la llegada en 1978 de la FIV (fertilización in vitro), mediante la cual los niños son “concebidos” por técnicos que trabajan en laboratorios, se ha abierto las compuertas para la reproducción mediante la donación de ovarios y esperma y los embarazos con alquiler de vientre. Sin embargo estas tecnologías están cargadas de complicaciones médicas, legales y morales que a menudo son desconocidas o fácilmente desestimadas.

Lo que muchos no comprenden es que, además de la carga financiera, las tecnologías de reproducción asistida pueden también presentar riesgos de salud significativos. Un análisis de febrero de 2014 en el British Medical Journal descubrió que las mujeres que usan FIV son más proclives a sufrir “diabetes durante la gestación, restricción del crecimiento fetal, preeclampsia y nacimiento premature”.[2] Los niños concebidos mediante la FIV son proclives a tener mayor presión sanguínea, dificultades vasculares y otros problemas de salud.[3] Además, la FIV y el alquiler de vientres hacen que las mujeres sufran agotadoras inyecciones, hormonas y dolorosos procedimientos con pocas oportunidades de éxito. Según los Centers for Disease Control and Prevention [Centros para la prevención y el control de enfermedades], la falla general de FIV en Estados Unidos es casi setenta por ciento.[4] 

Sin embargo, la exigencia de “bebés de diseño” y la comercialización de vientres siguen en aumento. Los padres que gastan cientos de miles de dólares para concebir a niños ahora tienen la opción de seleccionar el “mejor” esperma u óvulo para maximizer su inversión. Sin embargo, “los niños no son posesiones que los padres pueden fabricar, manipular o diseñar; más bien, son personas con plena dignidad humana y los padres están llamados a aceptar, cuidar y educarlos para que sean miembros nuevos de la familia de Dios y su Reino. Los niños merecen ser ‘engendrados, no hechos’”.[5] Dicho de otro modo, los niños tienen el derecho de ser concebidos dentro del context de un acto de amor marital, no creados en un laboratorio por científicos. 

Entonces, ¿cómo respondemos mejor a las parejas que luchan con la infertilidad? Primero, debemos reconocer su dolor y acompañarlos en su sufrimiento. Segundo, debemos ofrecerles oportunidades para continuar explorando la posibilidad de la paternidad. Muchas causas de infertilidad pueden solucionarse mediante la ayuda médica que está plenamente en línea con la doctrina católica. La adopción también es una alternative posible para las parejas que buscan criar niños, ya que sirve con amor a los niños que necesitan hogares y familias que los amen y cuiden de manera urgente.

En el caso de las parejas que deciden no tomar estas opciones, su servicio en ministerios y comunidades donde se los necesita debe tener mejor acogida. Como nos recordó San Juan Pablo II: “No se debe olvidar que incluso cuando la procreación no es posible, no por esto pierde su valor la vida conyugal. La esterilidad física, en efecto, puede dar ocasión a los esposos para otros servicios importantes a la vida de la persona humana”.[6] Aunque la infertilidad pueda ser un doloroso proceso para muchos, la Iglesia llama a la pareja a considerar que esta experiencia puede en última instancia llevar a nuevas maneras de sentir el amor de Dios y el plan de que su amor dé vida de otras maneras, incluso si son inesperadas.

Las tecnologías que algunos creyeron que resolverían problemas antiguos de infertilidad han, en realidad, creado más preguntas que respuestas: preguntas sobre el significado y los propósitos de los niños, y los límites y daño moral de la tecnología cuando interviene en las relaciones humanas más íntimas. Los niños, después de todo, deben servir como fruto del amor de una pareja pero, en su lugar, las tecnologías reproductivas reducen ese regalo convirtiéndolo en una mercancía. Ignorar las preocupaciones que generan algunas tecnologías reproductivas y seguir promoviéndolas es como tomar el asunto en nuestras propias manos y obrar en contra de este gran diseño. Al contrario, “con amor, esperanza y oración… abrámonos al regalo de vida y amor matrimonial de Dios, con un profundo respeto por la dignidad de todos los hijos de Dios”.[7]


*Se han cambiado los nombres para proteger la privacidad de los mencionados. Para aprender más sobre la doctrina de la Iglesia sobre la moralidad de las tecnologías reproductivas, visite “El amor vivificante en una era tecnológica”en www.usccb.org/beliefsandteachings/what-we-believe/love-and-sexuality/el-amorvivificante-en-una-era-tecnologica.cfm

[1] U.S. Catholic Bishops, El amor vivificante en una era tecnológica, (USCCB, 2009). www.usccb.org/beliefs-andteachings/what-we-believe/love-and-sexuality/el-amorvivificante-en-una-era-tecnologica.cfm
[2] Esme I Kamphuis, S Bhattacharya, F van der Veen, professor, B W J Mol, A Templeton, “Are We Overusing IVF?” [¿Estamos usando demasiado los FIV?] British Medical Journal (2014). http://www.bmj.com/content/348/bmj.g252.
[3] Ibidem.
[4] Centers for Disease Control and Prevention, American Society for Reproductive Medicine, Society for Assisted Reproductive Technology, 2010 Assisted Reproductive Technology Fertility Clinic Success Rates Report (Atlanta: U.S. Department of Health and Human Services, 2012). http://www.cdc.gov/art/ART2010/PDFs/ART_2010_Clinic_Report-Full.pdf
[5] U.S. Catholic Bishops, El amor vivificante en una era tecnológica.
[6] San Juan Pablo II, De la familia cristiana en el mundo moderno (Familiaris consortio). Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 1981), no. 14.
[7] U.S. Catholic Bishops, El amor vivificante en una era tecnológica.

*Extracto de Familiaris consortio (De la familia cristiana en el mundo moderno). © 1981 Libreria Editrice Vaticana. Se usa con permiso. Se reservan todos los derechos.

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